“Estoy leyendo para inspirarme”… ajá.
¿Y el texto pa’ cuándo?
Llamarlo "proceso creativo" suena lindo.
Pero a veces es solo miedo disfrazado de rutina intelectual.
No me mal interpretes leer es lo mejor que le pudo haber pasado a la humanidad pero…
Leer educa, no crea
Cuando lees seguido, tu cabeza empieza a reconocer estructuras sin que te des cuenta.
Ves cómo se construye un personaje, cómo se sostiene un ritmo, cómo se juega con el lenguaje.
Todo eso va a tu bolsa de recursos.
Además, amplías vocabulario, mejoras tu oído gramatical y conoces otras formas de contar.
Leer bien te vuelve más precisa y menos básica con las palabras.
Y si lees fuera de tu burbuja, ganas perspectiva.
Ves otros mundos, otras formas de pensar, otros tonos.
Y eso también se nota cuando escribes.
Pero leer no basta.
Leer sin escribir es como creer que por comer rico, ya eres chef.
No funciona así.
Puedes tener un gusto fino, sí.
Pero si no practicas, no pasas del antojo.
Y a veces, leer mucho te juega en contra:
Te comparas, te frenas, te da pánico no estar “a la altura”.
Peor: puedes quedarte repitiendo estilos ajenos sin encontrar tu voz.
Y si solo lees lo mismo de siempre (el mismo género, los mismos temas, las mismas autoras), tu escritura empieza a oler a copy-paste emocional.
¿Entonces qué sirve?
Sirve el equilibrio.
Leer como escritora: con curiosidad, con ojo clínico.
Y escribir como si nadie te leyera: sin filtro, sin buscar perfección.
Escribir todos los días, aunque sea un párrafo torpe.
Leer todos los días, aunque sea una página incómoda.
La lectura te da el mapa.
La escritura te obliga a caminar el terreno.
Y si ya sabes que tienes algo que decir, pero te cuesta ponerlo en palabras atractivas, suscríbete a mi newsletter por solo 7 dólares.
Tendrás acceso gratuito al reto “30 posts en 30 días”.
No vas a salir de ahí lista para ganar un Nobel, pero sí con el hábito de escribir y las herramientas para hacerlo bien.
Nos vemos el finde.
Hellen.